martes, 27 de abril de 2010

Mi hermano.

Noviembre 1991

La tarde anterior Dangerous había salido a la venta.
Mi madre no estaba en casa. Ese día nos había dejado la comida preparada a mi hermano y a mí. Los dos nos las teníamos que arreglar para sobrevivir sin ella 24 horas y cumplir con su obsesión por el orden y la limpieza. A pesar de todo el plan sonaba bien: un día solos en casa ¿qué adolescente no quiere eso?
Salí del colegio. Llegué la primera. Calenté la comida y puse la mesa. Llegó él. Comimos y empezamos la disputa por ver quién recogía la cocina. La cosa estaba empatada hasta que dijo:

-Tengo una sorpresa. Si recoges tú te la doy.

¿Una sorpresa? ¿Para mí? Vale había ganado, no puedo jugarme una sorpresa. Son lo mejor.

Cuándo terminé reclamé mi recompensa. Me hizo rabiar un poco pero al final:

- Encima de la cama de mi habitación...

Corrí por el estrecho pasillo que teníamos en nuestro antiguo piso de casi 10 metros. Una de mis actividades favoritas era correr por ese pasillos o quitar la alfombra y patinar sobre las balletas o los calcetines. Crecí con mi madre gritando desde la cocina: "no corraaaaas"

Encima de la cama había una bolsa. Adiviné que era con el primer vistazo. Lo toque no había duda. El vinilo de Dangerous. Sin apenas sacarlo de la bolsa volví a recorrer, más rápido si cabe, los 10 metros de pasillo y me tiré al cuello de mi hermano que estaba tumbado en el sofá.

Creo que han sido de las mejores sorpresas que me han dado en la vida. Mi hermano con su propina me había regalado lo que yo más quería. Mi hermano el mismo que choriceaba dinero a mi madre todos los jueves diciendo que tenía que hacer fotocopias cuando las dos sabíamos que era mentira, o que me chantajeaba con cualquier tontería para que le diera, aunque fuera, 20 durillos. Si de mi hubiera dependido habría tardado por lo menos un par de semanas en poder comprarlo. Cosas de aquellos tiempos.

Septiempre de 1992, día 21, lunes:

- Ven aquí que te voy a subir en mis hombros.
- No, no que da igual
- Vamos allá. ¡¡Venga!! Aaarriba!!!!!!!! Lo ves bien? si?

Las personas que estaban detrás se quejaban, pero él se empeñó en que yo pudiera ver bien. Igual que se empeñó en que él me acompañaría al concierto cuando mi madre dijo que no me dejaba ir. Él quería que ese primer recuerdo no estuviera lleno de cabezas. Quería que yo viera a Michael. Así de simple. que pudiera ver a MJ a costa casi de lo que fuera, incluso de las patadas que le estaban dando desde atrás para que me bajara. MJ salió despedido y se quedó allí, inerte, plantado en mitad de aquél impresionante escenario. Era él. Él, grande, inmenso. ¡¡Por fin!! Michael, no podía ser... ¡Pero ya lo creo que era! Y yo estaba allí, sonriéndo como una idiota, temblando como una hoja, llorando sin poder evitarlo. Se me fue el habla. De hecho casi ni tenía aire, y no lo digo por decir, así fue. Estaba como en éxtasis, supongo que eso es lo que mejor define mi estado. Quien lo ha sentido sabe a que me refiero.

-¿Nani? ¿estás bien? ¿Le ves? - Me gritaba mi hermano- ¿Estás bien?

¿Bien? creo que nunca he estado mejor.

26 de Junio, 2009 7:00 a.m.

Cuando llamaron al portero automático a esa hora y Elena me dijo que era mi hermano supe que todo resquicio de esperanza desaparecía en ese mismo instante. El efecto de alguna pastilla me hizo dormir unas horas durante la madrugada. Me dormí repitiéndome una y otra vez que todo era mentira, que no podía ser. Que por la mañana los medios de comunicación rectificarían y todo lo vivido no sería más que una pesadilla para olvidar y hacer que odiaramos un poco más a la prensa. Pensaba que si Michael estaba enfermo o algo nervioso por los conciertos, tendríamos que ir inmediatamente y hacerle saber que todo estaba bien, que no tenía porque hacer nada mas. Que le queríamos igual o mas, con o sin conciertos. Pensé en cuánto tiempo podríamos quedarnos en USA, en qué regalarle para que se animara, en buscar lo que fuera para que se recuperara. Pensé que otra vez era tiempo de luchar y de estar inquebrantablemente a su lado.

Pero cuando amanecí y me quedé en la cama intentando recordar lo sucedido la noche anterior, buscando valor para levantarme sonó el timbre. Ahí lo supe, ese fué el auténtico momento donde me dí cuenta de lo ocurrido. Mi hermano no podía estar ahí por ningún otro motivo y menos a esas horas. Algo grave había pasado. Michael había muerto.
Él no dijo nada solo me abrazó. El abrazo que mi madre no me dio por ejemplo. Mencionó que me fuera a casa con él y los niños. Pero yo no quería que mis sobrinos me vieran así. Ni tenía fuerzas ni ganas.
Te quiero me dijo. Y me lo repitió un día tras otro, hasta que la rutina volvió a inundar su vida. Rutina en la opinión pública con nuevas noticias. Rutina en amigos. Rutina, el mundo siguió, sorprendemente, pero siguió. Los únicos que nos quedamos ahí fuimos nosotros. Y ahí seguimos. Intentando despertar.

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